En el marco de la visita del presidente Barack Obama a tierras salvadoreñas, representantes del congreso de Estados Unidos, le enviaron un comunicado en donde plantean al mandatario varias exigencias con relación al Tratado de Libre Comercio (TLC) y los privilegios que éste otorga a las transnacionales, sobretodo en temas de inversión financiera.
Los congresistas exhortan al presidente estadounidense a la revisión de los términos del TLC, a la anulación de derechos de transnacionales que socavan derechos soberanos del resto de países, y a un acompañamiento más solidario y consecuente con el infortunio que viven las comunidades que resisten el embate de las transnacionales y corporaciones con proyectos en suelo salvadoreño.
Dicho comunicado apareció en algunos rotativos nacionales (aquí), lo que es suma importancia porque representa un contrapunto necesario y oportuno a la agenda oficial que se ha desarrollado en torno a la visita del presidente Obama en los grandes medios de comunicación.
El comunicado de los políticos estadounidenses remarca, con argumentos claves, las desventajas inherentes a los acuerdos comerciales asimétricos impulsados desde Estados Unidos. Y, en este sentido, el descontento mostrado por centenares y miles de personas en diferentes puntos de la capital salvadoreña desde un día antes de la llegada de Obama al país se ven respaldadas y apoyadas con el posicionamiento de los diplomáticos estadounidenses firmantes de la misiva.
Las manifestaciones en San Salvador ante la llegada del mandatario estadounidense, no son, pues, como señalan ciertos análisis simplistas: viejos fantasmas de una oposición panfletaria, un discurso desfasado o mecanismos arcaicos de incidencia política. Las protestas por el derecho de la autodeterminación y respeto a la soberanía nacional, el cese a las ocupaciones militares en diversos países del mundo, la liberación de presos políticos, el cese al apoyo de regímenes golpistas, etc., tienen una actualidad innegable.
Si bien es cierto los temas de las reivindicaciones sociales no son nuevos, la realidad se ha encargado de revelar contundentemente a la población que se trata de los mismos monstruos políticos y económicos. Los mismos principios políticos y económicos que se presentan haciendo eco de antiguas y nefastas formas de comprender el desarrollo y el bienestar de los pueblos. El apoyo a la llegada al poder de Porfirio Lobo en Honduras y el rol decisivo desempeñado por Estados Unidos en la ofensiva militar a Libia son muestras esclarecedoras de que la política externa estadounidense no ha cambiado sustantivamente a pesar del tiempo y a pesar del descontento que se hace escuchar desde todas partes del mundo, incluso desde el mismo país norteamericano. No son, pues, viejos fantasmas que vemos.
Como Mesa Nacional Frente a la Minería agradecemos el acompañamiento solidario de los congresistas firmantes del comunicado del 23 de marzo y elogiamos su convicción en apoyar a El Salvador y a los países menos favorecidos ante la política exterior de Estados Unidos.
Así mismo, nos llena de entusiasmo el decidido apoyo de organizaciones de solidaridad internacional con sede en diferentes partes de Estados Unidos quienes han logrado posicionar las demandas del movimiento social y antiminero de El Salvador en el congreso de dicho país. El trabajo de cabildeo apoyado por el Comité Solidaridad con El Salvador (CISPES), Ciudades Hermanas (Sister Cities International) y el Club Sierra y el financiamiento para lograr tan importante comunicado auspiciado por más de numerosas organizaciones son muestras de apoyo que nos impulsan a seguir firmemente hacia adelante.
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