La foto de Cristina y el brindis con Peter Munk. La foto de Soria y el vino oscuro con Erick Priebke. La foto triunfal de Soria gobernador electo del Río Negro. La foto con Cristina.
Silvana Melo (APE) | Para Kaos en la Red | Hoy a las 0:46 | 59 lecturas
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“Una sola bolsa de pimienta valía, en el medioevo, más que la vida de un hombre, pero el oro y la plata eran las llaves que el Renacimiento empleaba para abrir las puertas del paraíso en el cielo y las puertas del mercantilismo capitalista en la tierra” (Eduardo Galeano – Las venas abiertas de América Latina).
La foto de Carlos Soria, en la misma mesa, sonriendo la misma risa que Erik Priebke. La foto de Cristina Fernández, en la misma mesa, celebrando la misma copa que Peter Munk, CEO de la Barrick Gold Corporation. Soria -gobernador electo K de Río Negro- es un símbolo de la era menem - duhaldista, de un modelo medularmente represivo, con demonización de la protesta social y crímenes políticamente impunes que quedaron muertos colgados en los armarios de sus despachos.
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Peter Munk mira a través de las tierras. Y monitorea, con ojo diamantino, el oro que brilla debajo de los pies de los pobres del mundo. Su hambre es otro hambre que el de los pibes que juegan en patas al borde del cianuro en Andalgalá o en Iglesia, entorno de la mina Veladero. Su hambre se devora el agua de los otros, las tierras de los otros, los sueños de los inermes.
Quinientos años atrás, el almirante Cristóbal Colón escribió “del oro se hace tesoro, y con él quien lo tiene hace cuanto quiere en el mundo y llega a que echa las ánimas al Paraíso”. Deslumbrado por la riqueza esparcida en un mundo que les era ajeno y que harían propio a sangre, mutilación y muerte.
Cinco siglos después el oro es más oro que nunca, a casi 2.000 dólares la onza. La fiebre del almirante es la misma fiebre de Peter Munk y de otros conquistadores globales que ya no necesitan cargar barcos con marginales y delincuentes para pelear con mares bravíos y apropiarse de un tesoro virginal. Ahora basta con asociarse a gobiernos generosos que les cederán el debajo de las tierras por nada a cambio de tributos irrisorios, patéticos. Pero legales.
Silenciosamente, empresas de todo el mundo se lanzaron a la búsqueda del oro en el país. La australiana Andean Resources anunció la venta de la mina santacruceña Cerro Negro a la canadiense Goldcorp en US$ 3400 millones. La norteamericana Stillwater Mining compró la mayor parte del paquete accionario de la sanjuanina Minera Peregrine, a cambio de US$ 487 millones. La Barrick Gold aumentó la inversión en el proyecto Pascua Lama, en la frontera entre la Argentina y Chile. Unos 1400 millones de dólares más, para totalizar cerca de 5.000.
Pueblos enteros son corridos de sus huertas y de sus valles, toneladas de desechos se esparecen por los arrabales del vientre de la tierra, decenas de miles de litros de agua buena se consumen por minuto para lograr el brillo de una pizca y los dueños del mundo emprenden el vuelo más ricos cada día dejando apenas basura y propina en los agujeros devastados.
Una docena de proyectos transnacionales sacan cuentas de lo que pueden llevarse a cambio de nada de un país con reservas de 70 millones de onzas. Fue Carlos Menem –su ministro de Minería Angel Maza alumbró la idea- quien sancionó las leyes mineras que volvieron irresistibles las paredes ventrales de la tierra argentina. El mismo Maza junto al gobernador sanjuanino José Luis Gioja abrió las puertas para la entrada triunfal de la Barrik de Peter Munk. Hace un año de brindis dorado en Toronto con Cristina Fernández.
El marco legal depredatorio, que envolvió las riquezas naturales en papel brillante con la misma cinta roja con que se suicidó la dignidad, permite que las compañías extraigan orgiásticamente, exporten y se vayan sin dejar más que la limosna consagratoria.
No se les cobran retenciones, impuesto al gasoil, tasa de sellos ni de estadística ni impuesto al cheque. No liquidan en el país las divisas por exportaciones. Deducen de Ganancias sus gastos de exploración. Pagan regalías pero con un tope del 3% del valor extraído en boca de mina. A sola declaración jurada, dejan la moneda en la alcancía y se van con una media sonrisa. Así llegó a España el aposento del inca Atahualpa después de que Pizarro lo estrangulara. Quinientos años antes o después. Las puertas del Paraíso parecen tener el mismo costo.
Las provincias mineras explotadas a cielo abierto, rajados violentamente sus vientres para quitarles la vida, sostienen sus altos niveles de pobreza histórica y estructural. El oro no alimenta a los cachorros. Los salpica de cianuro y les esparce el hambre como se esparcen por la tierra ajena la semilla, el agua transparente, los nutrientes, los frutos del bosque.
Ni se les ocurre a los titanes discursivos que dicen alzarse contra las corporaciones torcer las leyes que enriquecen obscenamente a los poderosos. Ni se les ocurre obligarlos legalmente a tributar con dolor por la riqueza extraída, por la enajenada, por la tierra arrasada, por el veneno residual. Ni se les ocurre normar para la justicia, hacer ley que los pibes no tengan hambre sentados sobre oro ajeno. Quinientos años atrás morían los dueños de la tierra en los lavaderos de oro, calcinados por la piedra y la esclavitud, hasta la extinción.
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La foto de Cristina y el brindis con Peter Munk.
La foto de Soria y el vino oscuro con Erick Priebke. La foto triunfal de Soria gobernador electo del Río Negro. La foto con Cristina.
Carlos Soria era jefe de la SIDE. El espía de un gobierno que en 2002 prohibió las movilizaciones piqueteras, oscureció de policías la calle desolada y abrió las puertas a los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. La imagen fiera del país en sangre. De la exclusión en condena. Del país más sombrío.
El oro y el nazi, el oro y el pasado brutal. El inca Atahualpa estrangulado y Darío y Maxi. Las fotos del país que no florece, que no es fiesta ni romería, el que olvida y desprecia, el que se prosterna y se asocia con los predadores y los leviatanes.
El de oro sin oro.
El que aparece sin maquillaje cuando se corren las cortinas.