La semana anterior estuvo inundada de balances sobre los primeros cien días de gestión del nuevo gobierno. Pero algunos sectores y “analistas” evaluaron la incipiente administración del presidente Mauricio Funes olvidando –al menos– dos aspectos fundamentales para una revisión realista del inicial trabajo gubernamental.
En primer lugar, el balance es positivo. No sucedió la catástrofe que advertía ARENA durante la campaña electoral; al contrario, se registran logros destacables en materia de salud, educación y seguridad social que no es propósito de este artículo detallar. La creación del Consejo Económico Social es una acción de diálogo nacional que podría fructificar si cambian de actitud los sectores que bloquearon el Foro de Concertación Económica y Social resultante de los Acuerdos de Paz, en 1992.
Pero un balance positivo también señala lo negativo. En este sentido, es inevitable referirse al abordaje inadecuado de problemáticas como la construcción de la represa El Chaparral, la demanda de Pacific Rim contra el Estado salvadoreño y la falta de medidas en lo estratégico que confirmen un real cambio de rumbo.
Y en segundo lugar, la evaluación debe ser integral. No sólo debe revisarse el desempeño del Ejecutivo, sino de todas las instituciones del Estado, principalmente las que inciden en el éxito o fracaso del gobierno central (Asamblea Legislativa, Fiscalía General de la República, Órgano Judicial, Corte de Cuentas de la República, etc.)
También hay que evaluar la actitud de la oposición de derecha que todavía controla la mayor parte del aparato estatal, incluso entes del Ejecutivo como la Comisión Ejecutiva del Río Lempa (CEL).
Esta revisión incluye a los partidos políticos, medios de comunicación, gremios empresariales, centros de pensamiento y líderes religiosos conservadores.
Lo anterior plantea a las organizaciones ciudadanas y demás actores progresistas la necesidad de un “acompañamiento crítico” al nuevo gobierno, respaldándolo en las decisiones acertadas y señalando los errores que cometa. Para esto es necesario tomar en cuenta tres situaciones.
1. La gestión del presidente Funes no puede resolver en 100 días los problemas que ARENA generó en 20 años. Entre otras razones, porque carece de recursos suficientes, pues los gobiernos anteriores quebraron financieramente al Estado. Hay que comprender las limitaciones y posibilidades.
2. El poder del nuevo gobierno es limitado, y la derecha –de proponérselo– podría derribarlo. Por tanto, es urgente construir un fuerte poder ciudadano frente al poderío económico, político y mediático de las elites que gobernaron el país para beneficio propio.
3. La visión debe ser de largo plazo. Éste no es un gobierno para establecer el socialismo, es un gobierno de “transición a la democracia” que podría sentar las bases para un proyecto de país incluyente, mediante reformas cada vez más profundas, en un proceso que va más allá de un quinquenio presidencial.
*Equipo de comunicaciones de la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
lunes, 14 de septiembre de 2009
En agenda internacional
La falta de justicia por los asesinatos, desapariciones forzadas, amenazas de muerte y otras violaciones a los Derechos Humanos –en el departamento de Cabañas– preocupa a la Comunidad Internacional, principalmente a organizaciones influyentes como Human Rights Watch y Amnistía Internacional.
Human Rights Watch fue creada en 1978, su sede está en Nueva York (Estados Unidos) y tiene oficinas Berlín, Bruselas, Ginebra, Londres, Moscú, París y otras ciudades importantes alrededor del planeta.
Su Director para Las Américas, José Miguel Vivanco, declaró –el 8 de agosto de este año– que el asesinato del activista ambiental Gustavo Marcelo Rivera fue cometido en “circunstancias muy sospechosas” y requiere una “investigación exhaustiva”.
“Restarle importancia y calificarlo como un homicidio perpetrado por pandillas –sin indagar los motivos de las amenazas previas– podría tener un efecto intimidatorio para la sociedad civil salvadoreña”, advirtió Vivanco.
El representante de Human Rights Watch destacó que Gustavo Marcelo lideró la resistencia comunitaria a los proyectos de la minera canadiense Pacific Rim y encabezó las denuncias de fraude en San Isidro durante las elecciones del 18 de enero, que fueron ganadas por el alcalde arenero José Ignacio Bautista.
Esta organización de Derechos Humanos también denuncia las amenazas de muerte a reporteros de Radio Victoria, al sacerdote Luis Quintanilla y al director de ADES Santa Marta, Antonio Pacheco.
“Para que la investigación sea efectiva, se debe analizar la posibilidad de que el asesinato de Gustavo Marcelo Rivera haya tenido un móvil político”, propone Vivanco. Sobre las amenazas de muerte, demanda “identificar a quienes las han emitido”.
Mientras, Amnistía Internacional hizo –el pasado 27 de agosto– un llamado de “Acción Urgente”. En su declaración menciona el asesinato de Gustavo Marcelo Rivera, las amenazas de muerte a tres periodistas de Radio Victoria y el atentado contra el padre Luis Quintanilla.
También se refiere al intento de asesinato contra el líder comunitario Ramiro Rivera, así como a las amenazas de muerte al abogado Héctor Berríos y Miguel Rivera, hermano de Gustavo Marcelo.
Esta organización fundada en 1961, cuya sede está en Londres (Inglaterra), reitera la preocupación de Human Rights Watch y pide a sus representantes en todos los países del mundo exigir –al Fiscal General en funciones y al director de la Policía Nacional Civil salvadoreños– una investigación integral de los delitos denunciados, a fin de encontrar y castigar a sus autores intelectuales y materiales.
En las próximas semanas, congresistas estadounidenses y representantes de diversas instancias internacionales exigirán a nuestras autoridades de seguridad pública celeridad, profundidad y efectividad en las investigaciones.
*Equipo de comunicaciones de la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica.
Human Rights Watch fue creada en 1978, su sede está en Nueva York (Estados Unidos) y tiene oficinas Berlín, Bruselas, Ginebra, Londres, Moscú, París y otras ciudades importantes alrededor del planeta.
Su Director para Las Américas, José Miguel Vivanco, declaró –el 8 de agosto de este año– que el asesinato del activista ambiental Gustavo Marcelo Rivera fue cometido en “circunstancias muy sospechosas” y requiere una “investigación exhaustiva”.
“Restarle importancia y calificarlo como un homicidio perpetrado por pandillas –sin indagar los motivos de las amenazas previas– podría tener un efecto intimidatorio para la sociedad civil salvadoreña”, advirtió Vivanco.
El representante de Human Rights Watch destacó que Gustavo Marcelo lideró la resistencia comunitaria a los proyectos de la minera canadiense Pacific Rim y encabezó las denuncias de fraude en San Isidro durante las elecciones del 18 de enero, que fueron ganadas por el alcalde arenero José Ignacio Bautista.
Esta organización de Derechos Humanos también denuncia las amenazas de muerte a reporteros de Radio Victoria, al sacerdote Luis Quintanilla y al director de ADES Santa Marta, Antonio Pacheco.
“Para que la investigación sea efectiva, se debe analizar la posibilidad de que el asesinato de Gustavo Marcelo Rivera haya tenido un móvil político”, propone Vivanco. Sobre las amenazas de muerte, demanda “identificar a quienes las han emitido”.
Mientras, Amnistía Internacional hizo –el pasado 27 de agosto– un llamado de “Acción Urgente”. En su declaración menciona el asesinato de Gustavo Marcelo Rivera, las amenazas de muerte a tres periodistas de Radio Victoria y el atentado contra el padre Luis Quintanilla.
También se refiere al intento de asesinato contra el líder comunitario Ramiro Rivera, así como a las amenazas de muerte al abogado Héctor Berríos y Miguel Rivera, hermano de Gustavo Marcelo.
Esta organización fundada en 1961, cuya sede está en Londres (Inglaterra), reitera la preocupación de Human Rights Watch y pide a sus representantes en todos los países del mundo exigir –al Fiscal General en funciones y al director de la Policía Nacional Civil salvadoreños– una investigación integral de los delitos denunciados, a fin de encontrar y castigar a sus autores intelectuales y materiales.
En las próximas semanas, congresistas estadounidenses y representantes de diversas instancias internacionales exigirán a nuestras autoridades de seguridad pública celeridad, profundidad y efectividad en las investigaciones.
*Equipo de comunicaciones de la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Estrategia equivocada
Es aplaudible que el presidente Mauricio Funes haya declarado –el lunes 31 de agosto recién pasado– con claridad y firmeza que no permitirá ningún proyecto de explotación minera, algo que prometió durante la campaña electoral en una carta pública al Arzobispo de San Salvador y en un compromiso escrito a la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica.
Esto es bueno, porque hasta ahora imperaba un confuso silencio al respecto. El ministro de Medioambiente y otros funcionarios desaprobaban en privado las actividades mineras, pero públicamente callaban. Es más, un asesor del MINEC afirmó –en un foro reciente organizado en la UCA– que el nuevo gobierno no tenía postura a favor ni en contra de la minería de metales. De igual forma, el Fiscal General en funciones se jactó –frente a una delegación de activistas de derechos humanos estadounidenses– de haber sugerido al Ejecutivo plantearse neutral frente a dicha industria.
Qué bueno, entonces, que el Mandatario despeje todas las dudas. Sin embargo, Funes comete un error cuando sostiene que no necesita concretar su decisión en una acción legal, porque “las palabras del presidente de la República son suficientes”.
El Jefe de Estado parece ignorar que las declaraciones públicas sirven para el debate, pero no tienen efecto legal. Por tanto, debe emitirse una normativa que oficialice el rechazo gubernamental a la nociva explotación minera. En tal sentido, podría pedir a los ministerios de Medioambiente, de Economía y al secretario técnico de la Presidencia, aprobar un decreto ejecutivo que declare inviable la extracción de metales.
Quizá Funes tampoco sabe que la lógica en los reclamos de las empresas mineras es que el Estado salvadoreño les impide realizar proyectos, aún cuando existe una ley que los permite. Por tanto, el Ejecutivo urge proponer a la Asamblea Legislativa una nueva normativa minera que prohíba la minería metálica, como plantea la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica desde 2005.
Importante también es la decisión –expresada por el presidente Funes– de enfrentar la demanda de Pacific Rim, empresa que exige una indemnización de 100 millones de dólares al gobierno por negarle el permiso de explotación de la mina El Dorado, en San Isidro (Cabañas). Un caso con implicaciones peligrosas, donde una transnacional se ampara en el CAFTA para enjuiciar al país en un tribunal corporativo del Banco Mundial.
Tanto la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica como importantes organizaciones internacionales buscan construir con el gobierno salvadoreño un frente común contra Pacific Rim, cerrando filas e implementando una estrategia coordinada.
En esto debe considerarse también la posibilidad de revisar el Capítulo 10 del CAFTA, la Ley de Inversiones y acuerdos bilaterales de inversión, para cerrar las puertas a nuevas demandas millonarias contra el país.
*Equipo de comunicaciones de la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica.
Esto es bueno, porque hasta ahora imperaba un confuso silencio al respecto. El ministro de Medioambiente y otros funcionarios desaprobaban en privado las actividades mineras, pero públicamente callaban. Es más, un asesor del MINEC afirmó –en un foro reciente organizado en la UCA– que el nuevo gobierno no tenía postura a favor ni en contra de la minería de metales. De igual forma, el Fiscal General en funciones se jactó –frente a una delegación de activistas de derechos humanos estadounidenses– de haber sugerido al Ejecutivo plantearse neutral frente a dicha industria.
Qué bueno, entonces, que el Mandatario despeje todas las dudas. Sin embargo, Funes comete un error cuando sostiene que no necesita concretar su decisión en una acción legal, porque “las palabras del presidente de la República son suficientes”.
El Jefe de Estado parece ignorar que las declaraciones públicas sirven para el debate, pero no tienen efecto legal. Por tanto, debe emitirse una normativa que oficialice el rechazo gubernamental a la nociva explotación minera. En tal sentido, podría pedir a los ministerios de Medioambiente, de Economía y al secretario técnico de la Presidencia, aprobar un decreto ejecutivo que declare inviable la extracción de metales.
Quizá Funes tampoco sabe que la lógica en los reclamos de las empresas mineras es que el Estado salvadoreño les impide realizar proyectos, aún cuando existe una ley que los permite. Por tanto, el Ejecutivo urge proponer a la Asamblea Legislativa una nueva normativa minera que prohíba la minería metálica, como plantea la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica desde 2005.
Importante también es la decisión –expresada por el presidente Funes– de enfrentar la demanda de Pacific Rim, empresa que exige una indemnización de 100 millones de dólares al gobierno por negarle el permiso de explotación de la mina El Dorado, en San Isidro (Cabañas). Un caso con implicaciones peligrosas, donde una transnacional se ampara en el CAFTA para enjuiciar al país en un tribunal corporativo del Banco Mundial.
Tanto la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica como importantes organizaciones internacionales buscan construir con el gobierno salvadoreño un frente común contra Pacific Rim, cerrando filas e implementando una estrategia coordinada.
En esto debe considerarse también la posibilidad de revisar el Capítulo 10 del CAFTA, la Ley de Inversiones y acuerdos bilaterales de inversión, para cerrar las puertas a nuevas demandas millonarias contra el país.
*Equipo de comunicaciones de la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica.
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